Un universo más grande que nosotros mismos: Outer Wilds

Aviso que me va a quedar un artículo empalagoso.

El otro día, haciendo batida de juegos para pasar estos días, me topé de frente con Outer Wilds.

Outer Wilds, análisis - MeriStation

Desarrollado por Mobius Digital y diseñado por Alex Beachum, Loan Verneau. Publicado en el 2019.

Y quizá porque era el juego que ahora mismo necesitaba o porque es (para el que escribe) una auténtica genialidad conceptual, he decidido otorgarle un pequeño hueco en este espacio.

Además, recientemente se ha alzado con el GOTY de los BAFTA. Así que creo que es un buen momento para hablar sobre él de forma resumida. Porque creo que ahora mismo, es una experiencia que no se debe dejar pasar.

Porque Outer Wilds es exploración de un sistema solar. Son numerosos misterios por resolver. Pero creo (o eso mismo me ha transmitido a mí) es un viaje personal.

La narrativa se presenta de un modo pausado y paulatino (jugar para descubrir). Al principio, no te enteras de demasiado. Hasta que inesperadamente, todo se acaba. Y vuelves a despertar, como si fuera una pesadilla. Un bucle temporal (una experiencia de juego que me ha resultado embriagadora). Y vuelta a empezar.

Libertad total de acción para explorar y profundizar en cada uno de los planetas del sistema solar donde vive nuestra protagonista. Sin tiroteos, sin recolección de materiales. El placer de descubrir planetas, lugares, ubicaciones e historias que se desarrollan en cada uno de ellos, totalmente diferentes y a su vez, cautivadoras.

Y lo mejor de todo (y gracias a los bucles temporales) es que el tiempo pasa. En todos los lugares. Nada está esperando a que llegues para que suceda. Ninguna acción predefinida, ningún personaje esperándote para decirte la frase que tenía que decir en ese momento.

Añadido a la simpleza en su breve (pero importante) inventario.

Pero quizá (y solo quizá) lo más importante es la capacidad que tiene para hacerte parar. Al comienzo de la aventura, te dejas llevar por la necesidad de avanzar, de progresar, de crecer. La levedad de la inmediatez del ya, aquí y ahora.

Hasta que el propio juego te pone en tu sitio. Y vuelves a correr de nuevo para llegar más lejos. Y después de hacerlo un par de veces (o una treintena, depende de lo ceporro que sea cada uno), entiendes que igual, para comprender todo lo que está pasando, no tienes que correr. Tienes que parar, observar y analizar.

E intentar disfrutar sabiendo como algo tan inevitable como el fin es imparable. Todo llega, todo se acaba. Y no se trata de correr para llegar, cuanto más lejos mejor, sino de saber hacia dónde ir.

Outer Wilds no es un gran guión de película de cine. Tampoco es una construcción de los personajes compleja y elaborada con una serie de relaciones profundas a golpe de pluma (o de tecla). Es un universo que está esperando a que lo descubras. Varias veces. Que lo interpretes y que lo reinterpretes. Que sepas pararte en las pequeñas cosas y puedas llegar a disfrutarlas.

Un atardecer, un concierto alrededor de una hoguera con tus únicos compañeros en ese mundo o simplemente el viaje.

Antes de terminar… una reflexión… Si nuestra vida fueran tan solo 22 minutos:

  – ¿A dónde iríais? ¿Qué haríais con ella?

Igual es un buen momento para entender el motivo por el que los videojuegos pueden ser un medio de expresión y de exploración personal. Quizá sea un gran momento para viajar a otros mundos, a través de las estrellas, sin saler del salón de nuestra casa.

Mención especial a la banda sonora original Andrew Prahlow. A veces… lo inconmensurable del universo puede reducirse a unas pequeñas canciones. Una maravilla.

 

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