La semana pasada hablamos de los ritmos narrativos, como herramienta o elemento a introducir en nuestras historias, partidas o proyectos para acelerar o reducir la velocidad de nuestra narrativa.
Pues bien, esta semana, la entrada será continuista al respecto. Pero no desde un punto de vista de ritmo, sino de emociones y de curvas de interés narrativo.
Siempre tendemos a pensar (yo el primero) que existen varios tipos de emociones dentro de los relatos que consumimos (hablo únicamente del género narrativo). Y es así, pero según varios autores (Robin D. Laws incluido), hay dos de ellas que “gobiernan” al resto y las atraen hacia la luz y la oscuridad.
La esperanza y el miedo.
Me gusta especialmente esta aproximación porque es reduccionista y simplista, lo que a título personal me ayuda comprender muchas cosas y a título laboral, me facilita el explicarlas (combo ganador).
El caso, es que en la mayor parte de las historias, hay un pulso entre lo que puede salir bien y lo que puede salir mal. Las consecuencias que puede sufrir ese personaje con el que estamos empatizando. Nuestro personaje (el manejamos activamente como en un videojuego, representamos como en una partida de rol o estamos acompañando como en una película o libro).
Si tenemos aprecio y apego a un personaje, estamos expectantes que todas las resoluciones de sus conflictos sean positivas (inconscientemente). Si no tenemos este apego, será al contrario. Nuestro placer se vincula (según consumamos más contenido de la historia) al futuro del protagonista.
Pues bien, de este paradigma (o pulso) nace una de las claves de lo que se conoce como “compromiso narrativo”.
Según la pericia (como escritoras, guionistas o diseñadoras) con la que manipulemos estas consecuencias y destino, conseguiremos generar estas dos emociones (esperanza y miedo) de las que “colgarán” el resto de sentimientos.
Por esto es tan importante generar personajes “carismáticos”, con un pasado, un por qué (están donde están) y una motivación clara y definida: si no tememos lo que les pase a los protagonistas, nos dará igual lo que suceda a su alrededor y por tanto, la sensación de disfrute se pierde. Y la desidia es casi peor que la afinidad o el odio.
Demasiado miedo continuado (por acciones y consecuencias funestas) nos hace rendirnos a la desesperación. Demasiada esperanza en el tiempo, nos hará aburrirnos enormemente (“tiene una suerte que no se la cree ni él”)
El ciclo de la esperanza y el miedo es una forma de explicar la importancia en la construcción de los personajes.
La rápida pero impredecible alternancia de esperanza y miedo nos mantiene al borde de nuestros asientos, agarrados a nuestros dados y viviendo la historia con grandes expectativas.
Cuando las historias (que jugamos o consumimos) no son del todo satisfactorias, puede ser porque no estamos escuchando (y alternando) los cambios emocionales con la frecuencia suficiente.
Una técnica recurrente, es construir mapas que muestren las oscilaciones entre la esperanza y el miedo. Y vincularlos a los “ritmos narrativos”.
Siguiendo con la lectura de la semana pasada (y su maravilloso enfoque), representamos el “equilibrio del ciclo esperanza y miedo” con 3 flechas (continuista, tendiendo a la esperanza o teniendo al miedo) dentro de un cuadrante con dos variables, tal que así (que una imagen vale más que mil palabras):
Dicho de otro modo, representamos (ojo, siempre de una forma simple) resoluciones a los ritmos y a los conflictos hacia dos direcciones, realizando un equilibrado constante y un “tira y afloja” de ambas emociones.
- Cuando queremos incorporar un ritmo continuista, probablemente optaremos por un procedural o un encaje de tuberías, para ir ampliando el mundo y obteniendo más puntos de vista sobre la situación.
- Ritmos de anticipaciones o de gratificaciones, tenderán a la esperanza, mientras ritmos de penalizaciones, al miedo.
- Ritmos dramáticos, voz en off, preguntas y revelaciones son, probablemente, los que nos permitan cierto dinamismo a la hora de adaptar nuestras historias (sean interactivas o no).
Siguiente una estructura parecida a esto:
Sinceramente, me parece una base brillante a la hora de esbozar estructuras rítmicas e ir corrigiendo situaciones para no caer en la complacencia excesiva ni en la frustración irrecuperable.
Porque al final, no deja de ser otra forma de explicar los conocidos mecanismos fundamentales: una heroína se encuentra con un obstáculo. Unas veces lo superará, y otras, se sentirá superada por el mismo.
En la próxima y última entrega sobre ritmos narrativos, equilibrios y estructuras, hablaré sobre la curva de interés narrativo. Y como tiene ciertos nexos de unión con la curva de interés de las jugadoras durante una partida.