El artículo de hoy es de opinión y algo de reflexión.
Y como tal, subjetivo y sesgado a más no poder.
Aviso.
Este breve texto “cuelga” de una publicación realizada la semana pasada por parte del diario “El Mundo”.
Es la siguiente:
Más que la publicación en sí (que su análisis daría para algunos comentarios sobre autorías, años, términos y frases sacadas de contexto) me quiero centrar en el “ángulo muerto”.
Lo que no vemos. Lo que no conocemos. Algo de lo que no habla ningún periódico.
Normalmente en este tipo de publicaciones se ensalzan los extremos. Lo que vale y lo que no vale. Lo que sirve y lo que no sirve.
Y como en todas las publicaciones y opiniones vertidas, el ser humano coge sitio en el extremo con el que se siente más cómodo. Las redes sociales hacen el resto y se monta la fiesta: desde convertir esto en una herramienta definitiva del aprendizaje hasta acusarla de infantilizar las aulas.
Y aquí es cuando el ángulo muerto actúa y los puntos medios son omitidos. Y lo cierto, es que me da mucha pena. Porque creo (y repito, que es una opinión personal) que se está perdiendo el sentido común.
Llevo ya muchos años dedicándome a esto y he recibido opiniones de todo tipo: desde alabanzas desmesuradas hasta críticas destructivas. Siempre intento quedarme con el punto medio, ese “mola, pero yo cambiaría…”.
Y durante todo este trayecto yo he cambiado. Y mi opinión, por supuesto, también.
Y no me veo representado en ninguno de los dos extremos.
Cuando empecé me parecía que “La Gamificación” era la monda lironda y la solución a todos los problemas de la humanidad. Pues sí. Error mío. Chúpate esa Pepe. Estabas equivocado.
Cuando crecí (profesionalmente y personalmente) entendí que igual eso de ludificar estaba muy bien, pero igual era importante volver a recuperar el concepto de “juego”. Ese “Ludens” que siempre nos ha acompañado, desde que el sapiens parece que es sapiens.
Hablando con muchas personas honorables, me hicieron ver una máxima que debería estar siempre presente: el mero placer de divertirse es un fin maravilloso que deberíamos disfrutar todas y todos. Igual que el mero placer de disfrutar con una lectura.
Dentro de cientos de artículos, a veces, esas cosas se pierden: “antes los juegos solo servían para divertirse. Ahora sirven para aprender” recuerdo que dictaba un titular hace relativamente poco tiempo. Ese “solo” duele ligeramente.
Me di cuenta que la “innovación” vinculada a “palabros” como la “Gamificación” no es tanta innovación en muchos casos. Y no hablo de prácticas habituales en diferentes entornos. Hablo de frameworks como ClassDojo. Un PBL de toda la vida con “colorinchis” (como acertadamente dice mi compi y amiga Noe Blanch).
El paso de los años, también me ha hecho ver que para dar valor a algo jamás se puede menospreciar otra cosa.
Cuando leo un artículo que dice “Hay dos máximas con las que comenzar: (1) las clases magistrales son aburridas e ineficaces, porque el alumno desconecta pronto del discurso del profesor…” sé que no va acabar bien por ningún lado. Principalmente porque ese no es camino.
Puedo apoyar el fondo (porque además conozco a las personas implicadas y son grandes profesionales) pero el contenido (y el tono) no es adecuado. No sé si me explico (prometo que lo hago lo mejor que puedo).
Máxime, cuando muchas de las personas que nos dedicamos a esto, hacemos uso de “la clase magistral”. Y es una gozada. El arte de la oratoria. Escuchar a una persona que sabe sobre lo que habla es maravilloso.
Pero el paso de los años, también me ha hecho reafirmarme en ciertas cosas. No creo que se infantilice nada. Creo que leer y jugar son “primas hermanas”. Y ambas acciones culturales son herramientas básicas (de las de toda la vida, vamos) de aprendizaje y desarrollo.
Creo firmemente (y discutiré amablemente con quien opine otra cosa) que el decir “no me gusta jugar” está extendido y normalizado. En cambio “no me gusta leer” no es admisible y denota una falta de criterio y de cultura. Es una concepción actual de la lectura como forma de erudición y del juego como forma de perder el tiempo. Pues no estoy de acuerdo con eso. Lo siento.
También creo que el término de innovación actual es coyuntural más por desuso del juego (porque la innovación es más coyuntural que general) y por la rápida evolución que han experimentado estos últimos hacia sistemas muy replicables en un aula o en una empresa que por el mero hecho de usar juegos (que repito, se lleva haciendo eones).
Igual “evolución” sonaría bastante mejor que “innovación“.
Creo que el término “herramienta” es el que mejor valida este tipo de materiales. Creo que son unas compañeras de viaje que mutan de diferentes maneras en función de la edad de las jugadoras y jugadoras y deben aplicarse de diversas formas en función al contenido que se quiera tratar.
Y creo que se puede (y debe) jugar a cualquier edad.
También creo que generalizar no es bueno.
Creo mucho en el ángulo muerto.
- En las ludotecas de las que nadie habla en ningún periódico porque no llevan el término de GAMIFICACIÓN. Creo que ahí reside la base de cualquier desarrollo lúdico, humano y cultural.
- Creo en los proyectos hechos a medida (más o menos publicitados) para algo concreto y conciso (que son los que mejor funcionan) en los que trabajan muchas profesionales. Y que contrastan posteriormente.
- Creo en las decenas de artículos donde se dice “me he equivocado”. Y en también en los de “ha funcionado pero esto hay que cambiarlo”.
- Creo que tener una batería de herramientas a mano es bueno. Y creo en que haya profesionales especializados para ayudar a usarlas. Porque las herramientas evolucionan.
- Creo en las bases de apoyo científico. Creo en esos trabajos que hablan de grupos experimentales y grupos de control. Lo que ayuda a asentar una herramienta.
- Creo bastante en la humildad de las personas. Y en general, en el respeto.
Creo en ese ángulo muerto.
Lo que ni ensalza y destierra. Lo que dice las cosas como son, con sus cosas buenas y sus cosas no tan buenas.
Algo he estudiado, soy bastante friki, jugador de mesa, videojuegos y rol desde hace muchos años y actualmente me dedico a esto, porque creo en ello.
También he escrito algún libro, diseñado algunos juegos y realizado bastantes proyectos. Muchos con meteduras de pata incluídas. Casi 200 artículos en este pequeño rincón me “fuerzan” a rebuscar información contínuamente a través de diferentes medios, y por tanto, a seguir aprendiendo.
Así que seguiremos visibilizando ese ángulo muerto. A ver si encontramos así, algún punto de encuentro.
Andrés Delgado
18 febrero, 2020 a las 8:15 amTe quiero dejar una reflexión breve que cogí de mi primer día de prácticas en una escuela religiosa.
Al comienzo de una de las clases, el profesor (de 60 y pico años) se disculpaba de comenzar sus clases con una oración, práctica según él en desuso, pero que él era “ya viejo y de costumbres”. Obviamente libre de usarla, no puede ser de otra manera, no puedo venir a tu casa a imponer nada, sino a aprender. Disfruté recordando mi infancia en primaria con ese rezo matutino… pero como oyente, me di cuenta de una cosa que me pareció tremendamente interesante analizada a los ojos de un futuro profesor.
Durante el minuto del rezo, se crea una atmósfera de igualdad, de compañerismo, de empujar todos hacia el mismo lado. Se guarda un silencio, se respeta un momento, y durante los 15 minutos siguientes (son adolescentes, eso es un mundo) el clima del aula era otro, de rigor, de formalidad, de organizarnos todos para trabajar. Era como si ese rezo, esa rutina diaria, fuera el timbre que da comienzo a la clase, y fuera como el paso del umbral de la categórica calle al aula.
Y no seré yo un gran defensor del rezo matutino, siendo quizá el extremo más alejado de la gamificación, pero sí que pude ver por qué se hace, ese “quitarnos los abrigos y sentarnos”, ese localizarnos dentro del aula, esa rutina, que bien puede ser adaptada a un cántico de equipo o clase, sigue valiendo, y sigue funcionando en un contexto y con un alumnado.
Hay elementos que aunque antiguos, se hicieron y se usaron porque en cierto momento se creía que funcionaban, y no se creía por imposición y cabezonería, sino porque se podía demostrar que al alumno le afectaban de cierta manera. Obviamente y como comentas, toda herramienta caduca, pero no debemos olvidar el camino andado, ni debemos olvidar que de todo podemos extraer un valor, un fin.
Una simple reflexión. Gracias por el texto.
Ni denostar un bando ni otro, como tú bien dices, el ángulo muerto.
Miguel Amor
18 febrero, 2020 a las 10:32 amEstoy de acuerdo Pepe contigo. Cualquier extremo, en cualquier ámbito de la vida, lleva a situaciones y planteamientos pobres.
Los juegos, de cualquier tipo, son como bien dices son una herramienta maravillosa, que de saber cuándo es conveniente usarse, ni valen para todo, ni para todos, y esto no es ni bueno ni malo, ni mejor ni peor.
Por otro lado, está la actitud de jugar, esa actitud lúdica ante los devenires que la vida pone delante y que hace que las personas tomemos cada acontecimiento como un drama, o como un reto a superar, algo que nos hace ganar “puntos de experiencia ” personal.
Dice Inma Marín, experta como tu en el juego, que “el juego es esa potente actividad que pone en marcha la curiosidad y la capacidad de asombro, que nos hace vivir las dificultades como retos y que nos permite sostener el esfuerzo, porque lo que hacemos lo hacemos disfrutando no sólo del resultado esperado, sino del camino transitado”.
La educación, la empresa, la familia, en cualquier grupo social del que formemos parte, compartimos momentos, retos ante los cuales hemos de “jugar” juntos. El profesor juega una partida durante 9 o 10 meses con sus alumnos, donde cada uno asume un rol en una partida que puede ser épica para los participantes, o tremendamente aburrida para cada uno de ellos.
La imposición por cualquiera de las partes haciendo uso de un “poder” mal entendido, hace que “termine la partida” de manera precipitada. A partir de ahí los “jugadores” pueden y deben elegir juntos el “juego” que realmente quieran y disfruten jugando, acordando y compartiendo cual es el rol del “director de mesa”, y de los PJ (personajes jugadores) y si el profesor, jefe, padre, se puede convertir a ser PJ por que así lo requiera el plan que hay detrás. Creo en las partidas con objetivos claros en la mente de todos, a nivel individual y a nivel grupal, objetivos que a todos les haga avanzar.
¡ Enhorabuena Pepe por tu artículo y reflexión !
Antonio Alvarez
19 febrero, 2020 a las 6:29 amEstoy muy de acuerdo con el contenido del articulo, hemos de huir de los extremos, de las verdades absolutas y buscar mas el punto de vista de la mejora (contínua). En la mayoria de los casos ese punto comienza, según mi opinión, con un “me he equivocado” “se puede mejorar haciendo…” , a mi entender ese es el camino y “sentarnos” en el angulo muerto a mirar desde ahí puede ser una buena via.