Muchas de las obras a las que nos enfrentamos diariamente responden a una estructura o esquema que se viene repitiendo a lo largo de los tiempos, y que sirve como base para construir todos esos viajes épicos que nos han acompañado, acompañan y acompañarán durante nuestras vidas.
Todo se basa en un protagonista que persigue un objetivo y se encuentra luchando contra un conflicto permanente (externo o interno). Además, por el camino se topa con obstáculos y por supuesto se generan emociones (tanto en él, como en los espectadores) que son las que realmente nos hacen empatizar con los personajes.
Si nos centramos en el conflicto, en todas las obras también existe este elemento en común. Además puede varíar en intensidad, en naturaleza y en tiempo. Es una de las bases desde donde se articula el esquema de la dramaturgia. Añadido a este conflicto, la espectacularidad del mismo dependerá en mayor o menor medida de la capacidad imaginativa de los creadores de historias.
Por definición, el protagonista de una narrativa es el personaje que vive más de cerca y activamente el conflicto, y es con éste con quien el espectador se identifica más a nivel emocional. Este personaje suele poseer un objetivo, que persigue, haciendo que la trama se desarrolle y crezca (este objetivo puede ser estático, puede variar e incluso puede evolucionar según vaya adquiriendo más conocimientos a cerca de la trama).
Y para llegar a ese objetivo, se nos presentan unos obstáculos, que pueden pasar delante de nuestro ojos de diversas formas y maneras. Se pueden generar obstáculos internos de cada personaje (nacen de él mismo en base a su carácter o competencias) o pueden venir dados por el entorno (antagonista o enemigos). Una emoción como el miedo o un ser de ultratumba son dos buenos ejemplos de obstáculos comunes.
Por último llegamos al objetivo, que es aquello que alguien puede ganar o perder dentro de una trama. Para que a la hora de construir nuestro objetivo, todo sea más sencillo y claro, es conveniente que cumpla una serie de requisitos:
- Que el protagonista solo tenga un objetivo.
- Que el objetivo sea difícil de lograr (no imposible).
- Que el objetivo sea muy deseado.
- Que el objetivo sea conocido y coherente desde el principio de la historia.
Las tentativas y las dificultades para atender este objetivo determinan el desarrollo de la historia.
Esta fórmula simple y sencilla tiene la capacidad de crear una infinidad de historias. Únicamente se trata de guiar a los usuarios a través de aquellos aspectos básicos que giran alrededor de la mayoría de ficciones que conocemos, con el objetivo de que ellos mismos pueden llegar a crear sus propias historias (más o menos elaboradas).
Quedando de este modo, un recorrido para ir completando con diferentes tiradas de dados con la finalidad de construir historias, todas ellas basadas en el héroe de las mil caras de Joseph Cambell.
Próximamente le daremos una capa de chapa y pintura, añadiremos los iconos de dados específicos, las cartas y lo pondremos a libre disposición de P&P.
Porque al final (y esto es una verdad como un templo), cada persona es la única que construye su propia aventura.
Dácil Isabel Muñoz Porta
14 junio, 2017 a las 5:31 amUalaaaaa!!! Lo voy a imprimir para jugar con mis hijos y para que creen sus propias historias. Ambas cosas. Es genial. Muchas gracias!
Pepe Pedraz
14 junio, 2017 a las 2:42 pm¡Bieeeen! ¡A jugar!.
Lo mejor es que sirve tanto para los peques, como los adultos.
Cada uno con objetivos diferentes, consigue sacar un jugo importante a este tipo de juegos.
Abrazo!