Cuando hablamos sobre los juegos y el concepto de jugar, muchas veces incluir a un grupo de personas en una acción es totalmente natural. Y, en multitud de casos, es nuestra forma predilecta de hacerlo. Pero… ¿por qué?
En este pequeño rincón, he tratado sobre decenas de motivos por los que nos gusta jugar: por placer, por diversión, por desafío, por recompensas... Y sobre todo, he recalcado en numerosas ocasiones el modelo RAMP (relación, antonomía, mestría y propósito) de la motivación intrínseca propuesta por Andrzej Marczewski.
Y aunque muchos de ellos están reforzados con la presencia de otras personas, ninguno requiere obligatoriamente que estén. Por ello, muchas veces me pregunto… ¿Qué es lo que buscamos específicamente cuando jugamos con otras personas?
Y parece que, en términos generales, existen 5 razones concretas que se proponen desde una perspectiva de diseño.
Competición
Cuando pensamos en jugar con otras personas, la competición (sana, por favor) suele ser una de las primeras cosas que nos viene a la mente, y lo cierto es que esto tiene una explicación.
Satisface varios tipos de necesidades y deseos para nosotras a la vez.
- Permite generar un tipo de juego equilibrado, siempre y cuando las habilidades y destrezas de las participantes estén niveladas.
- Nos proporciona oponentes dignas contra las que determinar objetivos de victoria y derrota.
- Nos ofrece un problema interesante para resolver.
- Satisface una necesidad interna y profunda de determinar nuestro nivel de habilidad en relación con alguien más en nuestro círculo social.
- Permite juegos que involucran estrategias, elecciones y psicología complejas, todo posible gracias a la inteligencia y la habilidad de nuestra contrincaria (la inteligencia humana siempre es más retadora y dinámica que la artificial).
Cooperación
Lo opuesto a la competición. La «otra forma» en la que nos gusta jugar juntas. Los juegos cooperativos son agradables para nosotras porque:
- Nos ofrecen la oportunidad de participar en las acciones del juego y emplear estrategias de juego que son imposibles con una sola persona.
- Disfrutamos de los placeres profundos que provienen de la resolución de problemas en grupo y de ser parte de un equipo buscando el éxito.
- En algunos casos, la ausencia de reto muy marcado y definido a favor de la experiencia global, nos permite liberarnos de la presión y vivir una sensación de juego donde la historia es lo primero.
Puntos de encuentro
Nos gusta crear puntos de unión con nuestras personas más allegadas. Los juegos, como la comida (por poner un ejemplo bastante claro) nos ofrecen una razón conveniente para estar juntas, nos brindan una experiencia para compartir y nos permiten concentrarnos en algo de una forma horizontal, donde nadie está por encima de nadie (todas se someten a las reglas del juego).
- Muchas son las amistades que se mantienen unidas por una (o varias) sesiones de juego a la semana, quincena, mes….
Conocer a otras personas
Los juegos nos permiten hacer otra cosa que no podemos hacer de una forma tan sencilla con una conversación cenando en un restaurante: conocer a nuestras compañeras de mesa.
- En una conversación, escuchamos las opiniones de una compañera sobre lo que le gusta y lo que no le gusta, y sus historias sobre la forma en que ella y otras personas se han comportado. Pero todas estas cosas se filtran a través de la concepción de esa persona de lo que creen que queremos escuchar.
- Sin embargo, cuando jugamos un juego con ellas, vislumbramos algo más parecido a la pura verdad. Las observamos resolviendo problemas. Las vemos tomando decisiones difíciles bajo estrés. Podemos verlas tomando decisiones de diversa índole (desde algunas simples a otras más complejas). Aprendemos en quién podemos confiar y en quién no. De ahí la manida frase: «Puedes aprender más sobre un hombre en una hora de juego que en un año de conversación».
Conocernos a nosotras mismas
Por sí solos, los juegos nos permiten probar los límites de nuestras habilidades, descubrir lo que disfrutamos y aprender en qué queremos mejorar. Pero cuando estamos con otras personas, podemos explorar cómo nos comportaremos en situaciones sociales complejas, bajo estrés.
- ¿Tenemos la tendencia de dejar que nuestros amigos ganen cuando tienen un mal día o de aplastarlos incondicionalmente?
- ¿Con quién preferimos asociarnos y por qué?
- ¿Cómo nos sentimos cuando somos derrotados públicamente y cómo afrontamos eso?
- ¿En qué se diferencian nuestras estrategias de las demás y por qué?
- ¿A quién elegimos imitar o nos encontramos imitando?
Todas estas preguntas, y muchas otras, se exploran cuando jugamos con otras personas. Estas no son cosas triviales, son cosas importantes, cercanas al corazón de cómo nos vemos a nosotras mismas y cómo nos relacionamos con otras personas.